Hace unos días me trasladó uno de mis queridísimos amigos una anécdota que me hizo reflexionar y recordar aquél artículo que lancé y se publicó en los tiempos de don José y que ahora me viene a la memoria. En ese “criterio” yo dejé escrito de la sanidad de oficio, de la pública, de la atención, de su gestión. Y, pese al tiempo, no he cambiado de pensamiento. Hablaba –en aquel artículo- de que a un perro se le trata mejor que a los usuarios de esta Seguridad Social. Que me imaginaba a un veterinario dando cita tres años vista para que al can le practicaran pruebas vitales. Y pienso… ¿dónde pondrían el grito los que a eso se dedican?
Por eso, hoy el asunto tiene que ver nuevamente con la sanidad pública –una de las mejores del mundo a mi modo de ver– y con el deterioro que está padeciendo a diario.
Es evidente que esto ocurre mientras sus responsables miran para otro lado, preocupados por ubicar sus posaderas en los sillones que han dejado los otros. Pero el caso que hoy les quiero contar es el de un trabajador que padecía unas dolencias y al lugar donde se le ocurrió ir es al médico de la Seguridad Social –no a San Google, como ahora tan de moda está–.
La dolencia era en la espalda. El sabio doctor que lo atendió le redactó la baja y le solicitó la práctica de unas pruebas, dándole cita para septiembre, de este año, al menos. Él aún no sabía que tuvo suerte, que están dando cita para marzo del 2019. Aunque este usuario de los servicios sanitarios quería conocer qué le estaba produciendo esos fuertes dolores y es posible que en septiembre fuese tarde. Para mayor sorpresa, no quería perpetuarse en una baja, quería seguir trabajando. Plausible, con tanto mamón que hay hoy en día.
— Es lo que toca –le dijo el médico–; ahora, a esperar de baja en su casa a que llegue septiembre.
Eso al médico ni al sistema le importa. Se cumple un horario y se gestiona lo que hay. Con independencia que en el interinte mueras, eso no es asunto de nadie y si es asunto de alguien, reclamas (aunque si estás muerto no puedes) y listo. Te quejas y se acabó. Además, me consta que esa es la consigna del delegado sindical: “Que los usuarios reclamen, mientras más reclamaciones mejor”.
El médico que le atendió y diagnosticó es de esos que prestan servicios en la Seguridad Social, un funcionario. Aunque asumido tengo que el profesional estará harto, cansado desilusionado, con muchas horas de guardia, por lo que es habitual que se vuelvan ciegos ante las necesidades de los demás. Pero hay que recordarles que las que tienen delante son personas.
Así que esta persona optó por buscar la solución y acudir a la sanidad privada. Se le atendió de maravilla y en unos días ya estaba nuevamente en su puesto de trabajo, recuperado de su dolencia. No conozco a este trabajador. Sí conozco a su empleador. Y también conozco cómo funciona esta sanidad de oficio, que yo mismo llevo padeciéndola desde enero de este año. Hoy es uno de los grandes negocios, la sanidad.